UNA vez celebradas las elecciones del pasado domingo en Andalucía se
puede asegurar que, en general, las estimaciones de voto publicadas
previamente se aproximaron bastante a los resultados finales (El gráfico
adjunto corresponde a los porcentajes de votos que anunciaron
Metroscopia y el CIS, junto a los resultados definitivos). No sería
descabellado pensar, pues, que las estimaciones ofrecidas por las
encuestas sobre las elecciones del mes de mayo en Extremadura se
aproximen también a los resultados finales. De ser así, el PP
obtendría mayoría, pero insuficiente para gobernar, mientras que el PSOE
(segundo en número de diputados) y Podemos (tercero) sumarían más votos
en conjunto que el Partido Popular. La presencia de IU en la Asamblea
no estaría asegurada y, de producirse, no parece que tuviera opción de
contribuir, por activa o pasiva, a la investidura como presidente de
Monago. Se concluiría de todo ello que, o bien se llega a un pacto entre
PSOE y Podemos, en cualquiera de las formas que quepa imaginar o,
descartando cualquier tipo de acuerdo y entregando la Junta al PP, la
voluntad de la mayoría de los extremeños sería nuevamente ignorada.
Dado que Podemos, hasta ahora, no ha gobernado en lugar alguno, no habría antecedentes históricos que barajar por el PSOE (aunque sí mucha literatura, sin duda), a la hora de propiciar o rechazar un pacto con ellos. Del otro lado, los motivos que hasta ahora maneja Podemos para negarse a un acuerdo con el PSOE extremeño, acuerdo cuya materialización admitiría diversas formas, son conocidos y en buena medida están justificados por los abusos producidos durante el largo mandato de Ibarra, que en algunos momentos adoptó modos más propios de un caudillo que de un político democráticamente elegido. Podemos, sin embargo, debiera hacerse un par de consideraciones: la primera, que Vara no es Ibarra. Es posible que algunas malas prácticas habituales en los viejos tiempos no se evitaran en el único mandato de Vara, pero confundir a este con su predecesor me parece un grave error. La segunda consideración, indispensable desde mi punto de vista, sería que resulta injusto y contrario a la realidad incluir en la vilipendiada "casta" a toda la militancia socialista.
Es cierto, sí, que en el PSOE de Extremadura abundaron los arribistas, los aprovechados, los que renegaron de sus ideas en aras de apoltronarse en mullidos sillones para no hacer nada y vivir como sultanes, los que con tal de seguir en el poder viistieron hábitos de la derecha más rancia... Pero hay otro PSOE, el de gente trabajadora, honrada, que dedica buena parte de su tiempo a intentar mejorar las condiciones de la sociedad en que vive: candidatas a alcaldesas en pequeñas localidades, candidatos a diputados en la Asamblea de Extremadura que han dedicado la mayor parte de su vida al estudio y a la enseñanza pública... Tienen de "casta" lo que yo de torero.
Lo óptimo suele ser enemigo de lo bueno, y la alternativa a lo malo a veces se limita a lo menos malo. Podemos, previsiblemente tercer partido en número de votos tras las elecciones de mayo, debiera aclarar cuanto antes su posición si su representación en la Asamblea ratificara lo anunciado por las encuestas. Los ciudadanos tenemos derecho a saberlo antes de elegir la papeleta de voto.