12 de octubre de 2014

Prensa vendida

YO SOY un partido político cuyos dirigentes en cierto lugar actúan siguiendo las pautas marcadas por un singular asesor, nunca sometido al veredicto de las urnas, conocido entre los aficionados como el octavo pasajero (en la comunidad autónoma de que hablamos existen siete consejerías, pero el asesor, cual Alien de nuevo cuño, participa como uno más en las reuniones del Consejo de Gobierno y en más de una ocasión es quien marca el rumbo). Esas pautas incluyen la constante aparición del presidente regional y sus acólitos en los medios de comunicación, tanto públicos como privados.

Tú eres un periódico local de limitada difusión que años atrás, amparado por un potente grupo editorial, había hecho esfuerzos por lograr cierta independencia y alcanzar un nivel de calidad que lo alejase de la hoja parroquial que durante décadas había sido, pero al que la crisis económica, entre otros motivos, había llevado a una situación de inminente desaparición. Para poder sobrevivir, quienes de verdad te dirigen (los del dinero) optaron por, en primer lugar, aplicar una política de despidos sin contemplaciones y, acto seguido, ponerte a mi total disposición. A la mía, el partido, que sabría agradecerlo.

A partir de ese momento, tú, el periódico, te conviertes en un mero folleto publicitario y cada día se libra en tus rotativas una dura batalla para decidir qué ocupa más espacio en tus páginas: titulares adulatorios hacia el excelso líder que sonrojarían al mismísimo Kim Jong-un o fotografías del emperador y de sus consejeros por motivos tan importantes que no sería de extrañar incluyeran dentro de nada la visita de uno cualquiera de ellos al cuarto de baño de su casa.

Claro que todo esto tiene un precio. ¿Cómo pagarlo con billetitos bien limpios, dado que los presupuestos públicos no incluyen capítulo alguno sobre la adquisición de periódicos?  Ridícula pregunta, si se formula a unos asesores inteligentes. Tú, el periódico, te inventas cada cierto tiempo unos suplementos tan gordos como prescindibles. ¿Sobre qué? Pues qué sé yo, sobre 500 mujeres de la región, por ejemplo. Preparas un álbum de cromos a todo color con sus rostros a buen tamaño , en papel de lujo y con una tirada tan desmesurada que te obliga a regalar los ejemplares a quien los quiera coger. No se te olvida, pues en realidad de eso se trata, intercalar entre pagina y página anuncios publicitarios a tamaño familiar de diputaciones, ayuntamientos, consejerías y todo lo que sea menester, que te permiten facturarme a mí, el partido –bueno, en realidad, al Gobierno regional–, unas cantidades que, dada la tirada y el grosor del facebook, para sí quisiera el mismísimo New York Times. Ni Tony Soprano lavaría tan blanco. Tú, el periódico, me has servido fielmente y yo, el partido, te he pagado conforme a lo acordado. ¡Viva el tronío de este gran partido con poderío!

Esto...

En esta historia hay un yo y un , pero falta un él. ¿Quién es el él?

Pues tú mismo, lector amigo; y este servidor que suscribe. Tú que pagas tus impuestos y yo que hago lo propio. ¿De dónde crees que sale el dinero con que el poder corrupto compra voluntades a precio de saldo? ¿A quién crees que de verdad se le carga el importe de tanta propaganda, tanta adulación, tanto servilismo? Desengáñate, compañero. Aquí hay delincuentes, sicarios y víctimas. No nos hagamos los tontos, por favor.