14 de octubre de 2012

Urkullu y la mano de Dios

COMO cualquier españolito cuyo título de graduado en ESO no haya sido obtenido en un sorteo sabe, la expresión «dejar de la mano de Dios» no constituye manifestación de creencia en divinidad alguna, sino la afirmación en lenguaje coloquial de que alguien ha sido abandonado a su suerte, al «sálvese quien pueda».

Pero, claro, ¿qué ocurre? Pues que a algunos políticos en campaña electoral, preocupados porque una mención a la divinidad, aun fuera en sentido figurado, les hiciera perder un solo voto -no importa que ellos mismos sean de comunión diaria-, les asusta pronunciar el vocablo "Dios" y, en esas condiciones, se producen situaciones tan grotescas como la protagonizada hoy por el presidente del PNV y candidato a Lendakari, Iñigo Urkullu.



Queriendo este dirigente consnervador criticar el abandono al que, según él, ha condenado Bildu a las pequeñas y medianas empresas en Guipúzcoa, donde el partido independentista de izquierda gobierna, ha dicho, literalmente, que habían sido dejadas "a la mano de la Administración". O sea, justamente lo contrario de lo que quería decir.

¡Estupendo!