14 de mayo de 2011

Eslóganes sin alma

TIENE TODA la razón del mundo el presidente del Tribunal Constitucional, Pascual Sala, cuando pide que las críticas a los magistrados que acordaron la legalidad de Bildu no se basen en «arquetipos, frases hechas ni convicciones previas». Lo hizo después de lamentar el cariz de determinados ataques contra dichos jueces, a los que algún canal del TDT Party llegó a mostrar en fotos semejantes a las se utilizan en las fichas de los delincuentes. Soy incapaz de imaginar, por cierto, qué hubiera ocurrido si tras el primer dictamen, el del Tribunal Supremo, algún disconforme con él hubiera denigrado a sus firmantes con calificativos tan solo la mitad de injuriosos que los usados ahora contra los miembros del Constitucional.

Pero, volviendo a las palabras de Sala, es incontestable que en las disputas de carácter político se recurre con exceso a arquetipos y prejuicios. Es más cómodo echar mano del tópico y las consignas que buscar argumentos adecuados a las circunstancias de cada caso. Se descalifica al adversario adjudicándole de antemano la etiqueta que más conviene y con eso parece ser suficiente.


Semejante comportamiento –argumentar con lugares comunes, usar frases hechas, no escuchar al interlocutor– llega al paroxismo en estos días de campaña electoral; en los que, además, salvo ruidosas excepciones, se acentúa la vaguedad del discurso. Se teme asustar al elector indeciso. Oí recientemente a un candidato extremeño recitar en la radio unos eslóganes. Enseguida supe de quién se trataba. Pero por la voz, que me resultó conocida, no por el contenido de sus palabras. Enunciaba tales simplezas, declaraba propósitos tan generales, que su discurso podría haber sido suscrito por cualquiera.

No se trata de pedir a cada candidato unas dotes oratorias de las que carecen incluso la mayoría de los dirigentes de los partidos, pero sería de agradecer que pusieran un poquito más de pasión en lo que ofrecen, en lo que prometen. Entiendo que a quien se ve obligado a repetir cansino «Extremadura puede más» o «lo primero, el empleo» le resulte difícil hacerlo con entusiasmo, pero algunos merecerían más nuestro voto si hablaran con voz propia, reconocible no por su tono, sino por lo que transmita.