15 de mayo de 2011

Aguas turbulentas

«If you need a friend / I'm sailing right behind / Like a bridge over troubled water» (Si necesitas un amigo / Yo navego tras de ti / Como un puente sobre aguas turbulentas).

No sé si el concejal del PP que, ignorando la disciplina de partido, votó el pasado viernes a favor de la adjudicación del servicio del agua de Cáceres a la empresa Acciona sería en su juventud fan de Simon y Garfunkel, los formidables cantautores americanos que conocieron su esplendor en los años setenta del siglo pasado. No lo sé, pero seguro que conocía esa estrofa de la inolvidable Bridge Over Troubled Water (Puente sobre aguas turbulentas), que él habrá entonado en los obsequiosos oídos de la alcaldesa de Cáceres antes del pleno del Ayuntamiento en el que, gracias a su apoyo, el grupo del PSOE logró que prosperara su propuesta relativa a ese negocio. ¡Qué magnífica novela hubiera escrito sobre este asunto, de no haber muerto hace años, Dashiell Hammett, que tanto se inspiró en la corrupción imperante en su época para alumbrar maravillosos relatos de la serie negra!


En España tenemos un pésimo sistema electoral en el que las listas cerradas y bloqueadas impiden que cada elector elija a los candidatos que considere más apropiados para cada puesto, viéndose obligado a votar en bloque a todos los pertenecientes a un mismo partido. Al hacerlo así, y al margen de su ideología, da por descontado que todos los integrantes de la lista en la que él confíe seguirán disciplinadamente el sentido de voto que la dirección de su partido les marque en cada momento. Nadie es diputado o concejal por su cara bonita, sino por haber aparecido en determinada papeleta. Por ello, cuando un concejal o un diputado vota en sentido contrario al que su partido haya acordado, lo que comete, antes que nada, es una traición a los electores, que no le dieron su confianza a él, sino al partido en cuyas listas aparecía.

Pero en asunto tan turbio como este del agua cacereña no solamente merece un juicio muy severo quien alegando razones de conciencia (muy respetables si hubieran conducido a la dimisión) rompe la disciplina de voto y se pasa al bando contrario. Lo merecen tanto o más que él, que el tránsfuga, quienes aceptan su voto espurio, sobre cuyas motivaciones la gente será libre de opinar como quiera.

En el penoso culebrón del agua de Cáceres hay dos partidos que, aunque por causas bien distintas, pueden considerarse moralmente ganadores. O coherentes. No necesito escribir sus siglas. Que cada cacereño, a una semana de las elecciones, y pese a que las razones de índole ética coticen a la baja, saque las consecuencias pertinentes.