29 de noviembre de 2009

La amarillenta mirada del ABC

LA GENTE de mi edad recordará la infamia del periódico ABC cuando, en plena dictadura, después de que la Brigada Político Social arrojase por el hueco de una escalera al estudiante Enrique Ruano causándole la muerte –desde una ventana de la Dirección General de Seguridad arrojaron a Grimau, el dirigente comunista fusilado posteriormente–, publicó un diario falsificado del fallecido en el que éste expresaba sus intenciones de acabar con su vida. Jamás dio cabida a la réplica de la familia desmitiendo tal patraña.

Han pasado años, pero algunas cosas no cambian. La portada que sigue la publicó ese mismo periódico, el ABC, tan de gente de orden, el pasado sábado, día 28. "La mirada del asesino", decía. No ya la obligada presunción de inocencia, sino el más mínimo sentido del rigor periodístico, debieran haber evitado la publicación de tal infamia, con la que supondrían alimentar el insatisfecho deseo morboso de ciertos lectores. Infamia porque hoy, como se sabe, el acusado ha sido puesto en libertad, tras demostrar la autopsia practicada al cadáver de una niña fallecida (hija de la novia del injustamente acusado) que la muerte se produjo por un edema cerebral causado por su caída desde un columpio.


28 de noviembre de 2009

¡Se van a enterar los finlandeses!

NO CONSIDERÁNDOME persona especialmente culta, sino más bien normalita, se comprenderá que no utilice en mi discurso muchos de los términos hoy en boga en ciertos ámbitos. Nadie me oirá hablar de paradigmas o de significatividad, por ejemplo. Aunque también pudiera ello deberse a mi formación matemática, según la cual la mejor forma de decir que dos más dos son cuatro es precisamente esa, la que se entiende sin necesidad de diccionario.

En todo caso, sea por hache o por be, noto que últimamente está menguando mi capacidad de comprensión incluso de la prosa que ofrecen publicaciones que siempre consideré poco propicias a lo etéreo, como boletines o diarios oficiales. ¿Será algo grave?

Hace unos días, por citar un caso, el Diario Oficial de Extremadura publicó la Orden por la que se crea la Red Extremeña de Escuelas de Inteligencia Emocional (pulsad aquí para descargarla). Ya el título, si quieren que les diga la verdad, me dejó con cara de tonto. ¿”Escuelas de inteligencia emocional”? Bueno, me dije, no seas retrógrado, que pareces un carcamal. Léete despacio lo que dicen y luego opina.

Y lo leí, sí. Y, entre otras lindezas, llegué a un párrafo en el que se explica que el fin de tal red es “proporcionar a los miembros de la Comunidad Educativa los medios necesarios para desarrollar las habilidades y competencias sociales y emocionales que les faciliten una óptima convivencia y la excelencia en parámetros actitudinales y aptitudinales". Entre los valores que se fomentarán se cita el “reconocimiento de emociones ajenas: la empatía, la asertividad y habilidades emocionales y sociales”.

¡Caramba! –me consolé–, los españoles ocuparemos la cola en todos los estudios sobre el nivel académico de los escolares europeos, pero ya veremos cuando esos análisis, en lugar de investigar si los chicos saben la tabla del cinco y tonterías semejantes, analicen si ellos –y sus profesores– saben qué son la empatía, la asertividad y los parámetros –sobre todo los parámetros– actitudinales. ¡Se van a enterar los finlandeses!
(Pulsando sobre la imagen, se agrandará)


21 de noviembre de 2009

Goles con la mano

DEJÓ DE interesarme el fútbol hace décadas. El fútbol como espectáculo, digo, porque como deporte mejor no pensarlo. Dejó de interesarme cuando me convencí de que a menudo los partidos son, más que lances entre gente honrada, duelos entre tramposos. Argentina ganó un campeonato mundial gracias a un gol que Maradona metió a Inglaterra con la que algunos llamaron la mano de Dios. Y raro es el encuentro en que un futbolista no se deja caer varias veces para intentar engañar al árbitro, no simula haber sido agredido o no insulta por lo bajini a un adversario, buscando –y a veces logrando, como en el caso de Zidane y un italiano cuyo nombre no recuerdo– sacar de sus casillas a quien le supera. Leo que hace un par de días, sin ir más lejos, Irlanda ha sido eliminada por Francia gracias a que Henry paró el balón con la mano antes de que otro compañero marcase el gol definitivo. La picaresca sigue triunfando.

En otro terreno de juego, el de la política, también abundan los jugadores marrulleros, los que no logrando vencer con buenas artes utilizan la trampa, la demagogia, para lograr sus fines de engañar a la ciudadanía; para meter goles aunque sea con la mano; para ocultar sus propias insuficiencias. Son quienes en vez de elaborar una jugada larga, trabajosa, que suponga una respuesta sensata y fundamentada a los problemas de la sociedad, prefieren la provocación al adversario, la acusación de mala fe, la gesticulación histriónica de quien, falto de cintura, ha de contentarse con dar patadones. Al balón o al tobillo ajeno.

Que el lector decida qué políticos españoles son más duchos en ese tipo de técnicas. Y si tiene dudas, que escuche a algunos de ellos cuando los invitan a ciertas cadenas de televisión especializadas en el insulto y el menosprecio –"esa chica" dicen, por ejemplo, para referirse a la ministra de Defensa–. Yo no creo que unos y otros sean iguales, pero si la gente pensara que todos son merecedores de tarjeta roja ello supondría de hecho la victoria de los tramposos.

14 de noviembre de 2009

El Gobierno no está perdido

SOY DE LOS que creen que el gobierno de Zapatero está cometiendo errores de calado, bien porque, objetivamente, ciertas medidas de las que adopta en el terreno de la economía, de la educación o de las relaciones con la Iglesia Católica, son poco adecuadas para lograr los fines que se anuncian o bien porque no logra convencer a la ciudadanía, por problemas de comunicación con ella, de su idoneidad. Ejemplos los hay a montones, desde la disparatada traída a España de los piratas somalíes, que dificulta una solución no traumática del problema, hasta la adopción de medidas de carácter fiscal que no satisfacen ni a tirios ni a troyanos, pasando por su política de nombramiento de altos cargos, como en la presidencia de algunos órganos judiciales. Y que nadie se extrañe de que diga esto último, pues todo el mundo sabe que organismos supuestamente independientes como el Consejo General del Poder Judicial, en realidad están en manos de los grandes partidos, que deciden quiénes los integran.

Y sin embargo, el Gobierno no está perdido. No está perdido porque enfrente tiene la oposición más torpe y desorientada que cabría imaginarse. Una oposición en la que un asunto tan insignificante como el contenido de un cursillo sobre sexualidad para adolescentes se convierte en noticia de portada en los medios que le son afines; una oposición en la que las batallas intestinas se han convertido en algo habitual; una oposición, en fin, en la que un supuesto delincuente, presidente de una comunidad autónoma, atribuye a sus adversarios intenciones criminales, hablando de camionetas y cadáveres en las cunetas. La misma oposición, por cierto, que acusa al Ejecutivo de reabrir viejas heridas cuando impulsa una tímida ley de la Memoria Histórica que deja sin satisfacer muchas aspiraciones de los hijos y nietos de tantos españoles como los que, por defender la legalidad republicana, perdieron sus bienes, su libertad o su vida.

El Gobierno no está perdido, en efecto. Su salvador se llama Partido Popular.

12 de noviembre de 2009

La demagogia está en sus manos

EN MIS LEJANOS años escolares, aquellos en que el crucifijo no estaba solo en la pared, sino acompañado de las fotos del dictador y del fundador de un partido fascista, nadie hablaba de libertad religiosa, faltaba más. Ni siquiera cuando en institutos y colegios, no necesariamente de curas, se obligaba cada año a chicos y chicas –por separado, claro– a realizar aquellos inolvidables ejercicios espirituales en los que unos individuos de negro, en iglesias sombrías, con voces salidas de ultratumba, metían miedo a raudales en las cabezas de quienes entonces éramos adolescentes, augurándonos fuego eterno si caíamos, aunque fuera de pensamiento, en las tentaciones de la carne. Las colas en los confesionarios eran inmensas. Quién iba a estar libre de pecado, si hasta rascarse lo era.



Ahora, en estos días, hijos y nietos, si no biológicos sí ideológicos, de aquellos hombres del saco, de aquellos seres de las tinieblas, dicen escandalizarse y utilizan sus medios propagandísticos para desprestigiar una campaña del Consejo de la Juventud de Extremadura titulada, bien que con un facilón doble sentido, El placer está en tus manos, orientada a satisfacer, en palabras de la directora de dicho organismo, “el derecho de los adolescentes a ser informados sobre este tema”, el de la sexualidad. Hacen bromas socarronas sobre la campaña, muestran aspavientos hipócritas. Son los mismos que encarcelarían por asesinato a las mujeres que abortan y, al mismo tiempo, protestan por la difusión gratuita de anticonceptivos; son la caverna, el medioevo, la misma mona de siempre por mucho que ocasionalmente se vista de seda.

Bien pareciera que no ya el siglo XX, sino el XIX, aún no hubiera transcurrido entre nosotros. A veces pienso que, como antes aprendíamos en la escuela, los Pirineos nos siguen separando de Francia, de Europa. ¿Se imagina el lector que en cualquier otro lugar pudiera hacerse de un asunto tan intrascendente y sencillo como el que comentamos motivo de ataque al adversario político?

9 de noviembre de 2009

Despedida

LA DEL PASADO SÁBADO, 7 de noviembre, fue, por propia voluntad, mi última columna en el periódico Extremadura. He de agradecer públicamente a la dirección de ese diario la oportunidad que me ha brindado a lo largo de muchos años de hacer llegar mis modestas opiniones –no siempre acertadas, no siempre formuladas con las mejores palabras posibles– a sus miles de lectores.

El motivo que me ha llevado a esta despedida ha sido el hecho de que, en repetidas ocasiones, en los comentarios que pueden dejarse anónimamente en la edición digital del periódico, han aparecido lo que a mi juicio han sido insultos y agresiones verbales hacia mi persona. Nunca me ha molestado, sino todo lo contrario, que alguien discrepe de lo que digo y aporte argumentos que me contradigan, pero no quiero prestarme más a un juego en el que me he sentido con frecuencia ofendido, de manera, como digo, anónima y sin posibilidad de defensa. A veces, incluso, de forma soez.

Internet es una herramienta prodigiosa, que ha supuesto un cambio en nuestras vidas, pero cuando, existiendo procedimientos que evitan un uso perverso de la Red –como la moderación o la posibilidad de identificar a los autores de comentarios insultantes–, son razones estrictamente comerciales las que rigen su funcionamiento –la exigencia de registro previo al envío de comentarios hace disminuir los accesos a las webs y con ello los ingresos por publicidad–  creo que es preferible no contribuir a ese estado de cosas.

Seguiré poniendo aquí en el futuro, si bien ocasionalmente, las líneas que la actualidad más o menos inmediata me traigan a la cabeza.

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Actualización (10 de noviembre)

Me informan desde el periódico de que a partir de una fecha próxima no permitirán comentarios en Internet a los artículos de opinión. En esas condiciones, estaré encantado de seguir enviando mis columnas semanales.

7 de noviembre de 2009

Alarmante violencia verbal

COMO todo estudiante de Estadística sabe, para que una encuesta permita obtener conclusiones fiables, con pequeño margen de error, no hace falta tomar una muestra muy grande de la población (4.000 ó 5.000 individuos pueden bastar para un estudio que afecte a toda España, por ejemplo), pero sí resulta imprescindible que la muestra esté bien elegida, sea representativa.

Cuando el CIS, en su último barómetro, concluye que la inmensa mayoría de los españoles considera la actual situación política mala o muy mala, y no digamos nada de la situación económica, se trata, por el rigor de sus encuestas, de algo digno de crédito, que debiera hacer reflexionar a los dirigentes de los principales partidos políticos. Lo mismo sucede cuando hace una estimación del resultado de unas elecciones que se hubieran celebrado semanas atrás, en las que se hubiera producido una clara victoria del PP, por mucho que la valoración que merezca su líder sea bajísima.

Leer, en cambio, los comentarios que muchos lectores están haciendo en estos días en las ediciones digitales de los periódicos extremeños sobre sucesos tan lamentables como el del centro de menores de Badajoz o el de Torreorgaz no permite conclusiones científicamente válidas, pues sus autores no representan fidedignamente a todos los extremeños, forman una muestra sesgada. Pero algunas sospechas y temores sí permite albergar. La violencia verbal que se aprecia en la mayoría de esos comentarios, por ejemplo, aunque sea para censurar lo ocurrido, la horrible sintaxis con la que se formulan, el total desprecio de las más básicas reglas ortográficas que muestran, son verdaderamente alarmantes.

Lástima que el recién creado Instituto de Estadística de Extremadura aún no haya tenido ocasión de analizar la verdadera opinión de la población sobre sucesos tan graves. Sería preocupante que, de haberlo hecho, hubiera establecido que reacciones tan extremas como las que algunos exhiben no son aisladas, sino que se hallan muy arraigadas entre nosotros.