13 de octubre de 2007

Ha llegado el tapicero


NO SÉ SI
el meritorio esfuerzo de tantas personas como se hallan embarcadas en el objetivo logrará que Cáceres sea declarada Capital Europea de la Cultura en el dichoso 2016. Dicen ciertas autoridades que para conseguirlo es preciso que la gente “se lo crea”. Vale. Nos lo creeremos. Pero ya me conformaría yo con que algún día nuestra ciudad fuera simplemente la capital extremeña de la buena educación. Me daría con un canto en los dientes.

Lo digo después de algunas experiencias de las que todos podemos sufrir sin más que salir a la calle. Por ejemplo, cuando nos encontramos en la cola para comprar el periódico y sus accesorios (películas, discos, fascículos, medallitas de la Virgen...) y pasa a nuestro lado un espécimen de simio cuya moto emite tal ruido que provoca la ruptura de nuestros tímpanos. Va el macho, eso sí, provisto de casco, aunque no se acabe de entender qué pueda proteger dicho adminículo. Siendo imposible que haya un policía en cada esquina, aceptamos resignados que nadie retire al individuo su agresiva máquina y lo condene a galeras. O a un zoo.

No nos hemos recuperado del susto cuando “ha llegado el tapicero”, según repiten una y otra vez los altavoces de una furgoneta que recorre inmisericorde nuestras calles. Es digno de respeto quien se gana la vida de forma tan honrada como esa, pero ¿de veras precisa molestar con su invasiva publicidad a todo bicho viviente? Y lo peor es que este que ha llegado contará, al contrario del motorista incívico, con autorización municipal. ¿Qué tal si aparcase la furgoneta durante un buen ratito frente al despacho de la alcaldesa?

No hay más espacio. Otro día les hablaré, si vivo para entonces, de quienes al volante de sus macarra-coches se saltan los semáforos y ante las protestas de los asustados peatones les ofrecen ese bonito gesto de alzar el dedo corazón, mientras doblan los otros, para expresar cuánto les importan sus quejas. Hasta entonces, creámonos lo de la capital de la cultura, ¿vale?


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